Una generación satisfecha
Por Verónica Massonnier

Para comprender el fenómeno de los “nuevos cincuenta” es necesario recordar que esta generación vivió sus primeros años en un tiempo de ruptura y desafío: la década de los 70. Fue testigo de las expresiones de libertad e irreverencia de ese tiempo, y presenció una moda llena de color y de mezclas imposibles. Tal vez las miraba sin apropiarse del todo (era una niña) pero sin duda absorbía esa energía de cambio y renovación, la idea de “la juventud al poder”. Hoy, esas mujeres llegan a los cincuenta con una actitud expansiva, abierta a su tiempo, con el impulso de vivir ahora sin postergar decisiones. Cada vez más conscientes de sus necesidades, cada vez más proactivas.

Para muchas la palabra clave es “reinventarse”, porque el impulso vital puede venir acompañado de cuestionamientos y revisiones. Así surgen nuevas carreras, emprendimientos, estudios, horizontes geográficos y cambios diversos que sacuden el pasado para crear nuevos proyectos. La realización personal ya no puede esperar. Algunas mujeres de esta generación se transforman en referentes, no sólo para sus pares sino también para las más jóvenes, que perciben y valoran la capacidad de superar dificultades y mantenerse -pese a todo- fieles a sí mismas. Tal vez “identidad” sea la palabra clave, representando el eje de la búsqueda.

Y, en un mundo donde lo visual ha ganado tanto espacio, la imagen personal se convierte para muchas en el lienzo del pintor: expresarse a través del cuerpo, del outfit, del cuidado personal, es también un signo de hoy. No hay una estética única, y el proceso se observa en todos los niveles socioeconómicos. Acompañada por una oferta que no para de crecer y de diversificarse, la mujer encuentra hoy las alternativas que le permiten definir cuál es su esencia y, en consonancia, su estilo. Al contrario de décadas anteriores en las que primaba la necesidad -y el imperativo- de estar acorde con la imagen predominante, hoy lo que se valora es la capacidad de elegir respetando la personalidad propia. Enamorarse de lo nuevo y tal vez de lo inesperado. Esta tendencia, que es muy evidente en las generaciones más jóvenes, recorre todas las edades. Hay espacio para ser ladylike, para el boho y para mucho más. Incluso algunas logran adoptar distintos estilos según el momento, lo cual es difícil pero forma parte de un juego en el que lo importante es “no perderse nada”.

Todavía falta una mayor reafirmación, porque es difícil salir de los esquemas de una sociedad que cuestiona y observa lo diferente; así son los procesos de cambio, con dudas y aprendizajes. Para crecer, el camino es seguir mirando tendencias, analizando el propio cuerpo y la propia personalidad, eligiendo con cuidado. ¿Rompiendo viejos códigos? Por supuesto, y ensayando hasta llegar al lugar de cada una.

Editorial DRESS “Temas de Moda” Junio, 2016.

14 de Julio, 2016.

Fotos: Diego Silva Pintos